viernes, 17 de julio de 2015

Teddy Roosevelt en Argentina


VISITA DE TEDDY ROOSEVELT A NUESTRO PAÍS: ¿DIPLOMACIA, PLACER, AVENTURA O ESPIONAJE?
CUANDO THEODORE ROOSEVELT VISITÓ LA ARGENTINA

Theodore Roosevelt, nacido en Nueva York en 27 de octubre de 1858 y muerto el 6 de enero de 1919 en Sagamore Hill. De familia acaudalada, este historiador egresado de Harvard fue  el 26°. presidente de los Estados Unidos, entre 1901 y 1909.


LA LLEGADA.

   Gran recepción se organizó para la llegada del visitante ilustre. Proveniente del Uruguay, es recibido en el puerto por el embajador de USA en Argentina, Mr. Garret, entre otros diplomáticos y por el presidente de la Cámara de Senadores, Dr. Benito Villanueva. El  incansable ex-mandatario se alojaría en la residencia del ministro británico en la calle Parera. Sonaban aplausos y músicas marciales. De allí, lo condujeron a la Casa de Gobierno, donde el vicepresidente a cargo de la presidencia, Victorino de la Plaza, lo recibió con honores. El mandatario argentino hablaba inglés fluidamente, mientras que Roosevelt sólo hablaba su idioma. Por esos días, Roque Saenz Peña había tenido que dejar el gobierno por razones de salud, en manos de su vice, Victorino de la Plaza, y ya no lo reasumiría, pues muere al año siguiente.
  La mañana del 5 de noviembre de 1913, empiezan una larga serie de eventos, recepciones, banquetes  y homenajes que no cesarán hasta que el ex-mandatario visitante deje el país, el 6 de diciembre, rumbo a Asunción.
   En su ajetreada estadía charló con Julio A. Roca, Estanislao Zeballos, el perito Francisco Moreno, el ingeniero Tomás Amadeo, el doctor Emilio Frers, Joaquín V. González, Ángel Gallardo, García Mansilla, y tantos otras figuras locales. Visitó el Museo Social Argentino, almorzó en la Sportiva argentina, presenció la elevación del globo Los Andes en el Stadium, lo homenajearon en la Sociedad Rural, en el Hipódromo argentino donde preguntó intrigado por el palco de negros, en el Club Hípico donde le regalaron un hermoso ejemplar de caballo criollo, presenció el mausoleo de San Martín en la Catedral Metropolitana, concurrió a un acto del YMCA (Young Men's Christian Association) y asistió al oficio de la mañana del domingo de la Iglesia metodista. Halagos y consideraciones, por otra parte, que muchos resintieron por tratarse de un ex-mandatario americano que había avasallado las soberanías de naciones hispanoparlantes hermanas. Recordemos que durante su presidencia, aplicó la política del "big stick" contra los pueblos latinoamericanos, encabezó una expedición punitiva contra Venezuela en 1902  por el pago de la deuda; apoyó militarmente la secesión de Panamá, hasta entonces territorio colombiano; en 1903 construyó el canal de Panamá; fundó la base de Guantánamo en Cuba en 1903 y ocupó Cuba en 1906; intervino y ocupó Santo Domingo en 1904, siempre basándose en una ideología nacionalista y en su admiración por el heroísmo militar. A pesar de ser abiertamente partidario del belicismo, recibió el premio Nobel de la Paz en 1906. Ésto no fue obstáculo para que durante la Primera Guerra Mundial, presionara al presidente Wilson para que abandonase la neutralidad.


ROOSEVELT Y EL DESTINO MANIFIESTO DE GRAN POTENCIA.

En su estadía en Buenos Aires, que se prolongó por once días,  brindó dos conferencias, la primera en el teatro Colón y la segunda, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, en las cuales dejó claros sus peculiares conceptos panamericanistas. En el resto de los eventos que protagonizó, tuvo la oportunidad de semblantear el grado de civilidad que se exhibía por estas latitudes. Cumplía así con la intención exploratoria de su viaje, cuestión que quedó plasmada cuando comparó su país con el nuestro, ubicando a la Argentina entre los países adelantados y capaces de autogobernarse, sin necesidad de tutelaje exterior. En su discurso, describe las semejanzas de Argentina con Estados Unidos:  la fertilidad del suelo, la variedad de recursos, la prosperidad material, la variedad de ocupaciones, la estabilidad política, una población viril y enérgica y un patriótico autorespeto para luego contrastar estas cualidades, con la de los países caribeños y centroamericanos que sí requieren, a juicio de Roosevelt, del tutelaje estadounidense. En consecuencia, las relaciones entre Argentina y Estados Unidos debían ser de cooperación en un esquema paramericanista (recordemos que hubo conferencias panamericanas entre 1889 y 1910) que fuera evolucionando hacia el control de la región y del continente. Este se  basaría en estrategias de desarrollo cultural basadas en exposiciones universales que debían brindar al mundo una imagen de la prosperidad americana y eventualmente, una unión aduanera que armonizara los  intereses comerciales. Todo por supuesto, bajo la estricta influencia del gran país del norte, apoyado en su "destino manifiesto" de gran potencia. Sin embargo, este discurso no le cerró a la élite intelectual argentina, y menos aún, a los grandes exportadores del modelo agropecuario, que no querían romper el vínculo comercial y cultural con la vieja Europa, léase, Gran Bretaña. La economía estadounidense era competitiva  -y no complementaria-, con la economía argentina, así que el panamericanismo argentino era meramente teórico, y no práctico.
   Y justamente, el viaje del ex-presidente norteamericano y masón,  obedecería a la  necesidad de identificar las usinas de resistencia a las intenciones expansionistas de USA, ya que la visita de este personaje encumbrado y con gran influencia en su país, fue planeada cuidadosamente con fines promocionales para crear "una visión común" de los intereses americanos que  encubriera el intervencionismo unilateral del gran país del norte.


 CAZADOR Y CONSERVACIONISTA.

   La otra idea rectora del ex-mandatario estadounidense prendió con fuerza en el perito Francisco Moreno, que con anterioridad y en forma inorgánica le había planteado al gobierno argentino la necesidad de crear zonas protegidas con el fin de preservar las riquezas naturales y el mundo silvestre. El encanto por el mundo silvestre, del que Roosevelt hacía un culto, estaba basado en tres pilares del imaginario norteamericano. La seducción que ejercía la frontera, como confín de la civilización, donde el pionero se realizaba plenamente y en libertad;  los rasgos de virilidad y resistencia que, en conceptos de Darwin, debe reunir el pionero de esa vida de frontera y por último, la conservación de lugares para el descanso y la contemplación que eran menester para escapar de las tensiones de la vida urbana.


EL MUNDO UN GRAN COTO DE CAZA.

   La vida de frontera así concebida, en un medio hostil, era dura, pero natural, y la adaptación a ella significaba para Roosevelt, un pleno triunfo del hombre sobre su medio. Esa necesidad de adaptación explica de alguna manera su profunda vocación de cazador. El sometimiento y dominio de la sociedad y de la naturaleza a los tiros, hizo de la personalidad del ex-mandatario un manojo de profundas contradicciones. Era conservacionista, pero amaba la caza y no tuvo miramientos en posar al lado de grandes presas en un tour de caza mayor por África, de donde se llevó más de 3000 animales a Estados Unidos.








ROOSEVELT Y EL RACISMO 

Creo seis parques nacionales  en su país, y cuadruplicó las reservas forestales, protegiendo a su vez, especies en extinción como alces, búfalos y ciervos. Prohibió la explotación del zinc y el cobre en el Gran Cañón del Colorado, sin embargo, despreciaba a los pueblos originarios, a los negros, mulatos, mestizos y a los latinos. Tal vez, la idea de conservar esos grandes territorios vírgenes sin intervenir por el hombre, era una forma de reservarlos para los elegidos, para la élite o la intelectualidad blanca que debía ver en el uso racional de los recursos naturales una marca, una evidencia de civilización.  La paradoja es que la vida civilizada, resultó mucho más dañina al medioambiente que la vida primitiva. Ya que, la civilización para Roosevelt, implica un regreso a la vida silvestre, a la conexión con el mundo natural, pero a través de su conquista. Ejemplos locales de estos conceptos los hallamos en Aarón Anchorena, que quedó fascinado con la isla Victoria en Nahuel Huapi cuando la exploró por primera vez en 1902, y ya en Buenos Aires quiso comprarla al gobierno. Al ser inalienable por ley, en 1907 el Congreso se la concedió en usufructo de por vida. Paul Groussac denunció el hecho y se revocó la concesión, pero ésta duró el tiempo necesario para que Anchorena transforme la gran reserva de parque nativo de la isla en una estancia modelo y en una gran coto de caza, con la introducción del ciervo colorado y el ciervo dama, entre otros animales, además de ejemplares de flora exótica.
   Estas ideas influyeron en el perito Moreno, que en 1903 había recibido del gobierno por  ley 4192, en recompensa por sus tareas de peritaje en la cuestión de límites con Chile, 25.000 leguas cuadradas de tierras fiscales. Vendió 22.000 de esas tierras para financiar, entre otros gastos, un comedor para los niños pobres, ya que sostenía que "un niño con barriga vacía,  no puede aprender a escribir la palabra pan" . Las 3000 leguas cuadradas restantes , las devolvió al gobierno con la condición que fueran destinadas a parque nacional. Pero recién en 1916 fue constituído el Parque Nacional del Sur, luego Parque Nahuel Huapi.


DETALLES DE LA VISITA DE ROOSEVELT AL ZOOLOGICO DE BUENOS AIRES.

   Luego de las visitas protocolares a su llegada, Roosevelt fue llevado por el intendente de la ciudad, Joaquín de Anchorena al Jardín Zoológico, lo cual fue muy gratificante para el norteamericano. Allí conoció a Clemente Onelli,  aventurero italiano y director del zoo , que merece un capítulo aparte.
Éste lo paseó utilizando incluso el chuchu (trencito) de los niños, por los jardines mostrándole los ejemplares de fauna autóctonos como el tatú carreta, que fascinó al ex-mandatario.     También pudo exhibirle varios indios araucanos que se enseñaban allí como parte de la muestra. La charla entre los dos hombres debe haber sido muy amena, ya que tenían intereses comunes. Onelli era un entusiasta y conocedor de la Patagonia, y esta zona del continente, al igual que la Amazonia, eran de sumo interés para Roosevelt y en general para el típico cowboy norteamericano. Recordemos que prófugos de la ley como Butch Cassidy, Sundance Kid, los hermanos tejanos Benjamín, Charles y Sam Wagner , Martin Sheffield, supuesto marshall perseguidor de bandoleros, Willy Wilson, Robert Evans (ambos secuestradores de estancieros y muertos por la policía en río Pico), o John Comodoro Perry, sheriff americano, habían sido atraídos, entre varios otros cowboys estadounidenses, a instalarse en la Patagonia. Los bandoleros norteamericanos formaron bandas que asaltaban las haciendas o los bancos locales, mientras que otros  intentaban instalarse como estancieros. De esta forma, se había formado una colonia de habla inglesa cerca del Nahuel Huapi, nutrida de estos colonos y alentada en gran parte por los odontólogos Santiago Ryan y George Newbery, vicecónsules honorarios de Estados Unidos en Buenos Aires, que poseían tierras cerca del lago Nahuel Huapi.  Cabe una pregunta:  si al gobierno nacional le parecían deseables estos pobladores a los nativos indígenas que fueron despojados de sus tierras, y la respuesta es, frente a los prejuicios raciales de las élites de la  época, cuya intención expresada en mútiples ocasiones era "blanquear" la población, que sí lo eran. El blanqueamiento debía producirse a cualquier costo, y muchos aventureros o buscados por la ley, encontraron en parajes desolados de la Patagonia, un hermoso refugio para establecerse. Sin duda Roosevelt tenía noticias de estos  asentamientos de sus compatriotas y ésto, y su curiosidad por el mundo silvestre y alejado de la civilización, ejercían una muy fuerte atracción en él para aventurarse por la Patagonia.
Martin Sheffield, cowboy de la Patagonia


SU PASO POR LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES.

   Tres objetivos llevaron a Roosevelt a La Plata el 14 de noviembre, el Museo de Ciencias Naturales, el Observatorio astronómico y la tumba de su admirado Florentino Ameghino muerto en esa ciudad en 1911.
   Luego de almorzar con el gobernador García el Ministro Uriburu, el doctor Rocha y otros caballeros, pasa la tarde en el museo con sus hijos Margarita y Kermit, maravillado entre otras cosas con las dos muy importantes colecciones de restos indígenas de Ameghino y del perito Moreno. Recordemos que éste último alojó en las instalaciones del museo a Incayal y su familia, indígenas a los que conocía de sus viajes y que rescató del cautiverio de Martín García, viviendo bajo su responsabilidad en la institución. Al morir Incayal, en 1888, descarnó su cadáver ý sus huesos pasaron a formar parte de la colección y las vitrinas del museo, al igual que los de su familia.
   Pero ese día de la visita a La Plata era tormentoso y de fuertes vientos. Los caminos embarrados se hicieron intransitables y  apenas sí pudo llegar al Observatorio.  Tuvo que resignarse ante la imposibilidad de visitar  la tumba de Ameghino, en el cementerio local.
Incayal y familia, en el Museo de la Plata.




 Como hombre de acción, también le interesan a Roosevelt la organización de las fuerzas militares, por ese motivo, a la vuelta de su viaje por el sur el 3 de diciembre,  se organiza una visita el puerto militar de Bahía Blanca donde presencia un desfile de marinería, mientras conversa con el ministro de Marina, Saenz Valiente . También visita Campo de Mayo, donde con el ministro de Guerra, coronel Irusta, pasan revista a las tropas de acantonamiento.

VIAJE A ROSARIO, TUCUMÁN, CÓRDOBA Y MENDOZA.

   Desde Buenos Aires, Roosevelt viajó a Rosario, a la que llamó la Chicago del Sur por su gran dinamismo comercial. Lo recibe el gobernador radical Menchaca, que lo pasea por la ciudad, pero lo que realmente atrae la atención del ex-mandatario es el puerto, donde permanece más de una hora. Ya en Tucumán se reunió con el gobernador, doctor Ernesto Padilla , visitó el ingenio San Pablo y la hermosa Villa Nougués. Al anochecer partió para Córdoba, lo recibió el gobernador doctor Maceda, y en su visita a la prestigiosa Universidad de Córdoba, se refirió a su excelencia académica y a su antigüedad, ya que era 50 años más mayor que la de Harvard, donde estudió el ex-presidente norteamericano. A la tarde visitó Río Cuarto y desde allí tomó el ferrocarril a Mendoza, donde quedó encandilado con la conversación con el general Rufino Ortega, padre del gobernador, que le contó de su participación en las guerras civiles, la guerra contra el Paraguay y las luchas contra los indios. Al día siguiente, cruzaba la cordillera para llegar a Chile por el túnel construído tres años atrás, para el paso del Ferrocarril Andino.
Ingenio San Pablo, Lules, Tucumán.


PASEO DE ROOSEVELT POR EL SUR PATAGÓNICO.

 La comitiva argentina esperó al ex-mandatario a su regreso de Puerto Varas, en Chile y su cruce por la laguna Fría. Fue conducido a la isla  Victoria en el vapor Cóndor, donde el marinero y astillero alemán Otto Mülenpfordt, administrador de la isla nombrado por Aarón Anchorena, los recibió en el engalanado muelle de madera. Ruiz Moreno y Elordi habían enviado por ferrocarril hasta Neuquén, dos automóviles Mercedes Benz y un Fiat, a disposición del visitante y, a su vez,  presos neuquinos, limpiaron a pico y pala, el camino entre Bariloche y Mencué.
   Roosevelt pasó un día en Bariloche, visitando a pie la ciudad de cabañas de madera y  un millar de habitantes. Moreno lo llevó hasta el ciprés histórico donde el perito, en 1886, había sido apresado por los indios. La ciudad tenía escuelas bilingües y una municipal, y bibliotecas, cuya oferta de libros le pareció sumamente interesante. Fue invitado a cenar trucha en la casa del empresario alemán Carlos Wiedherhold, dueño de La Alemana, primera casa de comercio barilochense fundada en 1895. Era de su propiedad el vapor Cóndor que unía las costas del Nahuel Huapi.  Asistieron  el perito Moreno, el director general de Territorios doctor Ruiz Moreno, el gobernador de Neuquén, el empresario italiano Primo Capraro, dueño del aserradero La Chile-Argentina, varios caballeros locales y dos damas, una belga y otra rusa. En la sobremesa, Roosevelt quedó asombrado de los conocimientos sobre Homero, Cervantes, Lope de Vega, Dante y hasta Shakespeare que tenían aquellos habitantes de un pueblo fronterizo y aislado.
La Alermana de Carlos Wiedherhold, primera casa de comercio de Bariloche.
La Compañía Comercial y Ganadera del empresario italiano Primo Capraro 

   A la madrugada siguiente, partió la caravana de autos hacia la estación de tren más cercana, por una huella mejorada por presos que además habían colocado tanques de combustible en el camino, por orden del gobernador. Corderos al asador esperaban el paso de la comitiva.  Hacia la tarde, llegaron al humilde rancherío de Mencué, en Río Negro, donde se había destinado para el ex-mandatario el mejor rancho, de una habitación y sin baño. Aunque según  testigos, Roosevelt prefirió dormir a la intemperie, con sus compañeros de aventura, y frente al fogón.
   En la cena, el doctor Ruiz Moreno le propuso salir de caza a las 3 y media de la mañana, cosa que lo entusiasmó y ya en el campo, se divisaron unos ñandúes con los que Roosevelt probó puntería, sin acertar, lo que lo dejó contrariado. Más tarde, uno de los autos fue liberado de un arenal por los lazos de gauchos, algunos mestizos y otros rubios, que encontraron por el camino. A Roosevelt le parecieron habilísimos jinetes y diestros enlazadores, pero  de aspecto salvaje y agresivo. La sociedad de esos desiertos le interesaban sobremanera y observaba con detenimiento los ranchos que aparecían por el camino, así como una escuelita y algunas pulperías, que le llamaron la atención por lo descuidadas. Debieron cruzar dos ríos sin puentes ni balsas, y por último, el peligroso río Limay, muy crecido. Así y todo, Roosevelt se negó a  desistir del intento.
   Por fin, llegaron a Neuquén.  La gente lo esperaba en el andén, entre lluvia, viento y aplausos. Subió al vagón blanco presidencial rumbo a Buenos Aires y de allí saludó al público reunido.  Era la primera vez que se unían las ciudades de Bariloche y Neuquén con automóvil.

LA ANÉCDOTA.
   
   Invitado a cazar osos en Mississippi en 1902, sin dudarlo Roosevelt acepta la aventura. Al tiempo de marcha, el presidente estaba impaciente por encontrar un oso, por lo que su guía Holt Collier se adelanta con sus perros que encuentran a un oso joven. El animal luchó con los perros, y puso fuera de combate a varios, por lo que Collier le pegó un poderoso golpe en la cabeza con su escopeta que lo dejó seminconsciente. Luego lo ató a un árbol con cadenas, invitando a Roosevelt a dispararle. El oso quedó con sus brazos en "T" sin intentar protegerse. Los testigos afirman que a Roosevelt, que practicaba la caza mayor, no le interesó el desafío y desistió de matar al animal. La noticia se difundió enseguida y se convirtió en leyenda. Al matrimonio de Rose y Morris Michtom, inmigrantes judíos con una tienda de dulces que habían visto la caricatura de la escena, se le ocurrió hacer y exhibir en su vidriera, un osito con los brazos abiertos y llamarlo Teddy's bear o simplemente Teddy o T-bear (Tibir), apelando  a la ternura del animalito. El osito rápidamente se expandió por el mundo como el peluche preferido de los niños pequeños.





EXPEDICIÓN AL AMAZONAS.

   Luego de su visita protocolar a Asunción, emprende la expedición de Corumbá a Manaos. La Compañía Mihanovich realizaba el viaje a Corumbá, que era el último puerto sobre el río Paraguay, y donde un argentino, Rafael del Zar, producía tasajo y charqui con el ganado local, para los peones de menores ingresos.
   La expedición que intentaría unir ambos puntos comprendía 2000 km  de selva tropical, y Roosevelt sería acompañado por oficiales brasileros. Partieron entonces el viajero y la comitiva con espacios inquietantes entre comunicación y comunicación, ya que sólo se contaba con el telégrafo y en lugares poblados. Exploraron el  río Dudiva (de la Duda) que luego se llamaría Teodoro, en homenaje al visitante, río de difícil navegación y rodeado de indígenas hostiles. Luego de 800 km de eludir saltos y escollos, llegaron a la desembocadura del río Dudiva al río Madeira, afluente del Amazonas. Este río torrentoso, arrastraba islas flotantes y pedazos de madera o troncos enteros, desprendidos por las fuerzas de las aguas. El gobernador del Amazonas, Tomás Funes, les envió un barco para conducirlos hasta Manaos, pero la comunicación con los expedicionarios se había perdido. Luego se supo que el contingente se dividió. en tres y para colmo, el barco Ciudad de Manaos, que esperaba a Roosevelt, debió partir por epidemia de fiebre amarilla a bordo. Finalmente el 1° de mayo,  el aviso Ciudad de Manaos volvió con el ex-mandatario de 61 años al puerto, con una herida infectada en una pierna y 25 kg menos de peso. Suspendidos todos los festejos, fue llevado rápidamente a Nueva York para ser atendido, si bien nunca se repuso totalmente de todas las penurias sufridas en esta aventura.


    MUERTE DE ROOSEVELT .
                                      
   El 6 de enero de 1919, este personaje carismático, repleto de claroscuros, contradictorio y paradójico, muere en Oyster Bay mientras dormía por  infarto del miocardio. Desde hacía unos meses padecía un reumatismo infeccioso con inflamación de las articulaciones y mucho dolor. Su estado anímico no ayudaba a su rehabilitación, su querido hijo Quentin, piloto de la fuerza aérea norteamericana, había muerto en acción en 1918. Theodore Roosevelt fue enterrado junto a su esposa en el Youngs Memory Cemetery, cerca de la casa de Sagamore Hill, donde fue feliz con su familia por muchos años.









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